El Propósito del Sufrimiento

En el ajetreo de nuestras vidas, nos encontramos a menudo inmersas en un mar de sufrimiento y dolor. Nos enfrentamos a pruebas que sacuden nuestras almas y nos hacen cuestionar el propósito detrás de nuestras experiencias más desgarradoras. ¿Por qué el sufrimiento? ¿Por qué Dios permite que atravesemos por momentos tan difíciles?

En nuestro desconcierto, encontramos consuelo y sabiduría en las palabras del apóstol Pablo en Romanos 8:28: «Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados». En estas palabras se encuentra la promesa de que Dios no desperdicia ni una sola lágrima, ni un solo suspiro de dolor. Cada experiencia de sufrimiento, por más incomprensible que pueda parecer en el momento, tiene un propósito divino.

Reflexionemos entonces: ¿qué propósito podría tener el sufrimiento en nuestras vidas? Quizás, en la profundidad de nuestro dolor, encontramos una mayor comprensión y empatía hacia aquellos que sufren. Tal vez, en nuestra lucha, descubrimos fortalezas que ni siquiera sabíamos que poseíamos. O quizás, en nuestra desesperación, nos aferramos más firmemente a la mano de Dios, confiando en Su amor y providencia incluso cuando todo parece oscuro.

Dios, en Su infinita sabiduría, puede usar nuestras experiencias de sufrimiento y dificultad para moldearnos y transformarnos en la imagen de Cristo. Como el alfarero que moldea el barro, Él utiliza el dolor para dar forma a nuestras vidas de manera que reflejen Su gloria y amor.

Pero ¿cómo podemos encontrar consuelo en medio del sufrimiento? ¿Cómo podemos mantener nuestra fe cuando todo parece estar en ruinas a nuestro alrededor? Es en estos momentos de desesperación que debemos recordar las palabras de Pablo en 2 Corintios 4:17: «Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación».

Nuestro sufrimiento, aunque doloroso y difícil de soportar, es temporal. En comparación con la gloria eterna que nos espera en la presencia de Dios, nuestros problemas terrenales palidecen en insignificancia. Dios está obrando en nosotros un bien mucho mayor del que podemos imaginar, y nuestro sufrimiento es solo un medio para alcanzar ese fin.

Entonces, en medio del dolor y la aflicción, elevemos nuestros ojos hacia el cielo y confiemos en el plan soberano de Dios. Él nos sostendrá en nuestras pruebas, nos consolará en nuestras penas y nos llevará a través del valle de la sombra de la muerte hacia la luz resplandeciente de Su amor y gracia.

Que nuestras experiencias de sufrimiento nos fortalezcan, no nos debiliten. Que nuestra confianza en Dios crezca aún más firme a medida que reconocemos Su poder para transformar incluso nuestras peores tragedias en testimonios de Su amor redentor. Y que en cada paso del camino, recordemos las palabras de Jeremías 29:11: «Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis».

En el propósito del sufrimiento, encontramos la promesa de la esperanza. En la mano de Dios, encontramos consuelo y fortaleza para cada día. Que nuestras vidas sean testimonios vivientes de Su gracia y amor, incluso en medio de las pruebas más difíciles.

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